En una parcela soleada del Mediterráneo, esta vivienda nace de la tierra y del deseo de recuperar lo esencial: el material, el clima y el jardín. Frente a la abstracción blanca, aquí se elige el color del polvo, del barro cocido y de la piedra caliza. Una casa que no solo se adapta al lugar, sino que parece haber estado siempre en él.
En sus materiales, en su jardín y en sus sombras, el tiempo se ralentiza y la arquitectura deja de ser objeto para convertirse en paisaje habitado
01_Paisaje
La casa se asienta en un entorno doméstico cuidadosamente naturalizado, donde el jardín no es fondo sino protagonista. El diseño paisajístico emplea especies resistentes al clima seco: cactus, agaves, gramíneas y olivos configuran un ecosistema casi autosuficiente. El terreno plano y la orientación al sur permiten una relación continua entre interior y exterior. La vegetación no se limita a enmarcar la casa, sino que la invade, trepa por sus muros cerámicos y penetra en los patios. La arquitectura y el jardín se piensan como un todo inseparable.
02_Objeto
Volúmenes sobrios y rotundos, dispuestos en secuencia, configuran un conjunto que recuerda a una pequeña agrupación de pabellones vernáculos. La vivienda se organiza en una planta baja fragmentada, donde cada cuerpo responde a una función: descanso, reunión, contemplación. Esta fragmentación permite una mayor porosidad entre estancias, patios y exteriores. El acceso no es evidente; se descubre con un recorrido lento que revela rincones, umbrales y juegos de luz. La casa no se impone al paisaje: se disuelve en él con una geometría tranquila, cálida y silenciosa.
03_Piel
El material dominante es el barro, aplicado en distintos formatos: revoco pigmentado, celosías cerámicas y solados de terracota. La paleta cromática —ocres, rojizos, tostados— se mimetiza con el terreno y genera una atmósfera envolvente. La textura del barro absorbe la luz con suavidad y regula térmicamente los espacios, conectando con técnicas constructivas tradicionales reinterpretadas desde una mirada contemporánea. Las celosías de cerámica artesanal permiten tamizar la luz y ventilar los patios, generando transiciones ricas entre lo público y lo privado. La arquitectura se convierte así en un refugio táctil, sensible y profundamente mediterráneo.