Surge una arquitectura contenida y esencial, en la que la estructura no se oculta, sino que se convierte en protagonista. La gran viga perimetral de hormigón dibuja con precisión los límites del proyecto, marcando con firmeza la geometría de la vivienda y otorgándole un carácter tectónico y sereno.
Una vivienda donde estructura y materia se entrelazan con precisión; donde la viga no solo sostiene, sino que ordena y define un habitar tranquilo, abierto al horizonte
La vivienda se asienta con sutileza en la topografía, reservando la primera planta para elevar la mirada y capturar las vistas lejanas del mar. Este gesto vertical, sobrio y funcional, permite que los espacios principales se abran hacia el horizonte, mientras la planta baja se protege y se adapta al terreno. La relación con el paisaje es directa pero mesurada, enmarcando la luz y la brisa del entorno costero desde una posición privilegiada.
El volumen se percibe como un cuerpo geométrico definido por su gran viga horizontal, que actúa como una cornisa contemporánea. Este elemento estructural genera una lectura clara y rotunda del conjunto, al tiempo que unifica las diferentes fachadas. El objeto arquitectónico se entiende como una caja precisa de piedra y madera, donde cada plano tiene peso y cada vacío está pensado para dialogar con la luz.
Los acabados en tonos piedra aportan una materialidad calmada y mineral, anclando la vivienda al lugar. En contraste, las lamas verticales de madera en los huecos introducen calidez, ritmo y filtro solar. Esta doble piel — sólida y texturada, cálida y modulada— permite que la vivienda respire con coherencia y profundidad. La madera, al tiempo que tamiza la luz, actúa como interfaz entre el interior doméstico y el exterior natural, otorgando privacidad sin renunciar a la apertura.
